En Semana Santa aprovechamos un par de días para escaparnos al Algarve, más concretamente a Albufeira, haciendo una breve parada en el camino en Tavira para no llegar tarde a nuestro destino.
Aunque en Albufeira no nos hizo tiempo para meternos en la playa, se estaba genial al sol y pasear por este pueblo del sur de Portugal fue una gozada.
Lo normal es que Albufeira esté lleno de ingleses, que lo estaba, pero no tanto como suele atestarse en verano así que los sitios estaban más o menos disponibles para pasear, comer o tumbarse al sol.
El alojamiento en Albufeira
Para esta ocasión reservamos un hostal llamado Casa Malpique, cuyo precio fue de 62€ para dos noches (en realidad 73€ pero se quedó en 62€ con un descuento de 11€ en Booking), precio más que económico para estar en el centro de Albufeira, con una piscina prácticamente para ti y una habitación pequeña, pero equipada con todo lo necesario.
También hay que destacar de Casa Malpique la buena la atención de la chica que nos recibió y lo limpio que lo tenía todo, ya que era ella quien se ocupaba tanto de la recepción como de la limpieza.
La habitación a pesar de ser pequeña tenía todo lo que se podía necesitar. Una cama cómoda, una buena ducha y el espacio justo para un par de maletas. Como punto negativo la insonorización, al estar en pleno centro el jaleo de la calle se colaba por la ventana.
Almorzar en Albufeira
El primer día comimos en un bar para turistas llamado «O Alentejano.come», donde la especialidad son los platos combinados y la comida de batalla sin mucha especialidad ni plato típico.
Pedimos para beber una jarra de medio litro de vino tinto y para comer una ensalada de tomate, pollo piripiri y bacalao a bras. De postre unos cafelitos. Teniendo en cuenta que nos cobraron las aceitunas y el pan, el total de la cuenta fue de 29,65€.
Playa do Peneco (la Playa del Tunel)
Luego nos fuimos a la playa a tomar el sol un rato aprovechando que apretaba y hacía calor. Fuimos a la conocida como «Playa del Tunel» (porque se accede por un tunel), aunque según google maps su nombre de verdad es Playa do Peneco.
Es una playa amplia, de arena fina dorada, con espacio suficiente como para no tener a nadie pegado. Quizás en verano si se llena mucho se agolpa más la gente, pero nosotros estuvimos bien.
Aunque se estaba bien, el viento ese día era un poco molesto y el agua estaba helada como para bañarse. Aún así, se veían algunos valientes entrar y salir corriendo para darse un refrescón.
Antes de irnos dimos un paseo para conocer un poco más aquello y subir por unas escaleras mecánicas hacia un lugar más elevado desde el que tener una vista general de la playa en la que habíamos estado.
Entre una cosa y otra no tardamos en volver a ducharnos porque los horarios están hechos para los turistas ingleses y a las 20:00 teníamos que estar cenando o nos quedábamos sin comer porque cierran los bares.
Cenar en Albufeira
De casualidad encontramos el Ti Gracinda y pedimos unas sardinas a la parrilla, lomo de cerdo a la parrilla con patatas y una botella de vino de la casa. Y de postre un par de cafés. Esto hizo un total de 27€.
Todo estaba muy bueno, las sardinas ricas y el lomo bien. Hasta el vino para ser de la casa no estaba mal. Digamos que todo estaba correcto y que no era una trampa para turistas al 100%.
Aviso para navegantes: a pesar de que el sitio merece la pena pero tienen mucha cara, aquí os la cuelan si tienen ocasión. Ya os explico más adelante el porqué de sentirnos timados…
Como anécdota de esta cena, mientras estábamos esperando a que llegasen los platos pasaron por delante nuestra «Los Trotamúsicos». Se trataba de dos perros grandes y dos gatos adultos, que juntos como amigos, iban deambulando por las calles de Albufeira. La foto fue tomada cuando se distanciaron un poco porque los gatos pararon a lavarse, pero de verdad que iban juntos los cuatro.
Tras cenar dimos una vuelta, asaltados, no sabría decir el número de veces, por las docenas de comerciales de bares y discotecas de la zona, llegando a ser bastante molesto el no poder caminar tranquilamente charlando porque te interrumpían constantemente.
Con idea de no estar muy cansados al día siguiente nos metimos en una pastelería del centro a tomar algo y luego nos fuimos a dormir, aunque el jaleo de la calle lo quería impedir pero como no había demasiados turistas apagaron pronto la música.
Desayunar en Albufeira
Por la mañana nos levantamos relativamente temprano para aprovechar el día y nos sentamos a desayunar en la terraza de un bar del paseo marítimo llamado Barhon.
Allí pedimos un par de cafés (1,30€ cada uno), un bocadillo de jamón y queso (2,60€) y un sanwich de lo mismo (2,90€). En total 8,10€. Como se puede ver, precios para turistas a pesar de que desayuno no era nada del otro mundo.
Paseando por Albufeira
Tras el desayuno dimos un buen paseo por la costa viendo cómo iba comenzando la actividad diaria en Albufeira. Andamos hacia la izquierda de la costa hasta que ya lo único que se veían eran hoteles en plan resort y luego fuimos hacia la derecha que es una zona algo más bonita de ver y desde la que se obtienen buenas vistas de la playa.
Cuando nos cansamos de pasear fuimos a comprar un picoteo para aprovechar el solazo sin viento que había en la piscina del hotel y así estuvimos hasta la tarde descansando al sol y dándonos bañitos en la piscina.
Cenar en Ti Gracinda (bueno pero… ¡ojo!)
Por la noche volvimos a salir para visitar de nuevo Ti Gracinda, ya que no nos íbamos a ir sin probar su cataplana, uno de los platos típicos del Algarve.
Pedimos una cataplana de marisco (34,90€) y un vino blanco, sin especificar «de la casa», pero sabedores de que el dueño del pequeño local nos había reconocido por la visita que hicimos la noche anterior.
La cataplana es para 4 personas normales, pero nosotros no lo somos del todo y allá que nos la zampamos repitiendo una y otra vez junto con la botella de vino.
Al traer la cuenta, tal y como sospechábamos, había metido 4€ más en la botella de vino blanco (14€) por no haberle especificado «de la casa» (10€), detalle que nos pareció feo porque habíamos pedido lo mismo a la misma persona la noche anterior… no se trata en este caso del dinero, sino del detalle.
Quitando esto, la comida de Ti Gracinda merece totalmente la pena. Es casera y no tiene nada que ver con los platos combinados de fritos que hay en todos los locales del centro.
Tras la cena dimos un gran paseo para bajar la cataplana y ya fuimos a dormir con idea de emprender la vuelta no muy tarde al día siguiente, ya que daban lluvia desde temprano.
¡Un saludo!
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