En el mundo de la publicidad hay dos citas importantes a las que todo publicista o publicitario quiere ir. Una es el Festival de Cannes en Francia (los Oscars de la publicidad) y la otra es el Festival El Sol en Bilbao (algo así como los Grammy latinos para que se entienda).
Bien, pues este año he tenido la oportunidad de ir al Festival El Sol con la agencia con la que trabajo, 360° Marketing y Comunicación, formando parte del equipo que ha gestionado las redes sociales del Festival.
Allá por 2011 tuve también la oportunidad de asistir al Festival de Cannes al haber ganado un concurso de jóvenes creativos organizado por MPG y con esto de El Sol cumpliría el deseo de poder vivir en primera persona los dos grandes festivales de publicidad que hay en el mundo. Lo de ganar un premio en ellos ya es otro objetivo a cumplir, pero de momento con haber asistido a ambos me conformo.
El viaje empezó en el aeropuerto de Sevilla el miércoles 30 de mayo por la noche, llegando a Bilbao en poco más de una hora de vuelo. Entre el despegue, charlar un poco, ver cuatro cosas y aterrizar, el vuelo se pasa en un momento.
Tanto el vuelo como el hotel lo había gestionado la organización del Festival El Sol pero para repetir viaje en otra ocasión vi que los vuelos están sobre los 100€ con Vueling y Volotea.
Alojamiento en Bilbao
Al llegar a Bilbao sobre las 23:00 cogimos un taxi en la puerta del aeropuerto que nos llevó hasta el hotel que estaba situado al lado de Euskalduna, el palacio de congresos en el que se iba a desarrollar el Festival El Sol.
El coste del taxi rondó los 27€ y en unos 15 minutos (el taxista le pisó hasta el punto que le tuve que llamar la atención) habíamos llegado al Hotel Ilunion Bilbao, un tres estrellas que en ese momento estaba rodeado de andamios por las reformas que le estaban practicando. De hecho mis compañeras tenían los andamios rodeando sus ventanas, aunque no tuvieron problemas de ruido.
A mi me situaron en la última planta, la 13, que estaba alejada de la obra y del ajetreo diario de la calle al dar a un callejón trasero. Al estar tan alta por la ventana se obtenía una curiosa vista de la noche de Bilbao.
La habitación estaba perfecta, tenía todo lo necesario para una estancia agradable y era muy espaciosa. La cama era muy cómoda y amplia, con un escritorio enfrente con un pequeño frigorífico integrado y un gran televisor sobre él.
El cuarto de baño muy amplio y limpio, con muchos jaboncitos y detalles. El hotel podría ser perfectamente un cuatro estrellas, no le falta de nada y el personal es muy amable.
Desayunos en el Hotel Ilunion Bilbao
Al día siguiente antes de ir al montaje del Festival El Sol durante la mañana bajamos a desayunar a las 7:15 al buffet que había en la planta baja.
El buffet era muy completo, pudiendo elegir muchos tipos de desayuno entre tostadas, dulces, cereales, frutas, etc. Y también desayuno caliente a petición del cliente. Si querías te traían huevos, salchichas, etc.
Yo voy a piñón fijo con mi tostadita de tomate y jamón York y su zumo de naranja, que en esta ocasión complementé con algún dulce, un tazón de cereales y un café para aguantar bien el volumen de trabajo que se avecinaba.
La previa del Festival El Sol
Al llegar al recinto en el que iba a tener lugar el Festival El Sol, llamado Palacio Euskalduna Jauregia Bilbao, Euskalduna para los amigos, nos perdimos un poquito buscando dónde encontrar a alguien de la organización. Aquello es un poco laberíntico, el arquitecto tuvo que hacer malabares para que le cuadrara todo, seguro.
Una vez nos ubicamos y empezamos a entender el subir y bajar de escaleras, buscamos a nuestros contactos allí y nos presentamos a la organización.
Como faltaba un rato para unas pruebas técnicas aprovechamos el tiempo para ir a recoger nuestras acreditaciones y comenzamos a conocer los distintos espacios en los que tendrían lugar las conferencias, los talleres y las Open Talks.
Estuvimos tomando fotos de los muros en los que se exponían las piezas que concursaban en esta edición del Festival El Sol y nos fuimos organizando el trabajo para la tarde, ya que comenzaba todo a las 16:30.
Almorzar pintxos en Bilbao
Nos desplazamos para comer a lo largo de la calle Rodríguez Arias Kalea (la del Hotel Ilunion en línea recta) hasta la plaza Emilio Campuzano, que está a unos 15 o 20 minutos andando desde Euskalduna.
El primer lugar en el que paramos fue el Café Estoril, un lugar de trato cercano con una variedad de pintxos no muy extensa, pero muy buenos todos. De aquí recomiendo probar el pintxo de tortilla con chorizo, muy bueno.
La siguiente parada fue en El Huevo Frito, donde también recibimos un buen trato y una comida riquísima, de aquí recomiendo la sartén de patatas fritas y huevo con chistorra, es un plato sencillo en el que viene buena cantidad y está muy bueno.
Comienza el Festival
Por la tarde comenzó el Festival El Sol con Open Talks y talleres, y mis compañeras y yo empezamos a comunicar lo que iba pasando a través de las redes sociales, con idea de aumentar el alcance de lo que allí se vivía más allá del Euskalduna.
Para no aburrir aquí con imágenes, como lo que vivimos fue lo mismo que compartimos en las redes del Festival El Sol lo que recomiendo es ir a las distintas redes sociales y buscar lo publicado bajo el hashtag #ElSol2018.
Cena cocktail en el estadio San Mamés
Llegó la noche y nos desplazamos al cercano estadio de San Mamés, el del Athletic de Bilbao, en el que tendría lugar el Cocktail de Bienvenida del Festival El Sol, concretamente en el gol Sur si no recuerdo mal.
Pudimos estar en un primer momento en la parte baja del gol y luego subimos a una especie de sala vip grande con acceso a un anillo de grada intermedio desde el que se ve el campo bastante bien.
Es un estadio espectacular, muy nuevo y bien ejecutado, por sus galerías no parece que estés en un estadio, sin duda muy buen trabajo de quienes lo hicieron y quienes lo mantienen.
Como el viernes iba a ser un día muy largo lleno de conferencias, Open Talks y talleres, y como punto final una fiesta en la que pincharía Carlos Jean, nos fuimos pronto de recogida para descansar.
Sábado de Festival: trabajo, trabajo, trabajo, pintxos y fiesta
Al día siguiente tras otro buen desayuno en el hotel nos volvimos a introducir en la vorágine del Festival El Sol, hasta la hora del almuerzo, que fuimos de pintxos a un bar llamado Gozatu.
Allí probamos varias cositas para recobrar fuerzas y aguantar hasta la noche, ya que en el Festival apenas había tiempo ni para beber agua. Media hora libre para lavarse los dientes y tumbarse un poco a reposar y de nuevo a Euskalduna hasta la noche.
Para cenar antes de la fiesta ese día fuimos a un lugar llamado Zureikin, donde compartimos buenos momentos con unos amigos de una agencia que este año ha ganado bastantes soles.
Y llegó la hora de la fiesta, que empezó tímidamente a las 23:00 y que llegó a su momento cumbre a partir de la 1:00 que fue cuando la gente volvió por completo de cenar.
Lo mejor de la fiesta la implicación de Carlos Jean, que pese a que el público no formaba un grupo demasiado grande él lo dio todo teniendo en cuenta que al día siguiente abriría las conferencias como Head of Music de Ogilvy.
Conferencias, más pintxos y ceremonia de entrega de premios
Y encaramos el último día con una mañana solo de conferencias, la mañana del sábado en el Festival El Sol cerraba el ciclo con varias ponencias y la entrega del premio de un concurso de Start ups.
Hacía un día bastante soleado y aprovechando que la sesión de mañana acabó pronto nos fuimos a dar un paseo para la zona de la ría del Nervión, también conocida como ría de Bilbao.
Al otro lado del puente sobre el que paseamos pudimos ver una antigua grúa restaurada conocida como Grúa Carola, utilizada antiguamente por los trabajadores de Astilleros Euskalduna.
El nombre de mujer que recibe este tipo de grúa tiene su origen en la época en la que no había tantos puentes sobre la ría. Por aquel entonces la ría se cruzaba en barcas o pequeños botes, y en uno de ellos, el conocido como Bote de la Misericordia, se cuenta que una mujer llamada Carola solía cruzar la ría muy cerca de donde se situaba Astilleros Euskalduna.
A diario los trabajadores del Astillero la veían y acabaron por ponerle su mismo nombre a la grúa. Hoy, como símbolo del pasado de la construcción naval en Bilbao, se conserva una de estas grúas al pie de la ría.
Para almorzar fuimos a la Viña del Ensanche un bar de pintxos y restaurante en el que nos pedimos para empezar unas tapas de huevo frito con foie, crema de patatas y boletus (espectacular) y unas patatas bravas con una salsa que entraba fácil pero luego picaba tela marinera.
Como estábamos indecisos, un señor muy amable nos recomendó una carne de cabezada que hacían allí y que cocinaban a fuego lento durante 12 horas. Si vas a este sitio debes pedirla sí o sí. Tremendamente buena.
Como teníamos algo de tiempo libre dimos un paseo por las distintas plazas y calles de la zona, destacando la Plaza de Don Federico Moyua, de la que parten muchas calles. Es una ciudad que se presta al paseo y al callejeo, muy limpia y ordenada, y encima si la acompañamos del día soleado que hacía… pues mejor.
Mis compañeras y yo nos separamos para ir ellas al museo Guggenheim y yo para hacer unas compras relacionadas con mi hobby de coleccionismo y luego descansar un poco.
Queda pendiente ir al museo en una siguiente visita a Bilbao (que la habrá), más descansado y con tiempo de sobra para no ir con prisas. Además hay otros sitios cercanos que también sería interesante visitarlos.
Por la tarde llegaría el turno de la entrega de los premios a las mejores campañas publicitarias de Iberoamérica en el auditorio de Euskalduna, en el que se dieron cita cientos de asistentes.
Sin duda la agencia triunfadora fue Lola Mullenlowe por su campaña Scary Clown Night, un gran trabajo para Burger King. que les sirvió para hacerse con el Sol de Platino, dos grandes premios y más de 10 soles entre oros, platas y bronces. ¡Espectaculares!
Conclusiones tras asistir al Festival El Sol
Al igual que concluí en Cannes, es un festival que a no ser que te lo pague la agencia (que es el 90% de los casos), se te puede ir el tema un poco de las manos si sumamos la asistencia, vuelos, hotel, comidas, etc.
¿Merece la pena asistir? Sí. Rotundo pero con matices. Para aprovechar al máximo como asistente todas las ponencias que son súper interesantes sí merece la pena ir, pero para trabajar el caso es que vas a eso, a trabajar, y de refilón puedes coger el hilo de alguna ponencia, pero casi nada.
Es como el guardia de seguridad que va a la final de la Champions y está mirando a la grada de espaldas al campo de juego. Está en la final de la Champions, sí, pero no va a ver ninguno de los goles.
Pero oye, como un primer contacto está de lujo, que me quiten lo bailao 😉
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