La visita al Infernuko Errota o Molino del Infierno fue una de las experencias senderogastronómicas que más nos gustaron de nuestro viaje a Navarra.
Con la excusa de ir a visitar este molino, nos dirigimos desde Zugarramurdi hacia la zona en la que marcaba el mapa que estaba el acceso: en mitad de la nada.
Lo bueno, que justo en el acceso hay un restaurante al que queríamos ir. Lo malo, que la carretera era de un carril, interminable, con algo de niebla y llovizna. Pero merece la pena esta incursión en lo profundo del Valle del Baztán.
Como se ve en el siguiente vídeo, el camino es para disfrutarlo. No se puede ir rápido y cuando te cruzas con alguien… hay que improvisar un poco y ver cómo encajar dos coches.
Comer en el Restaurante Etxebertzeko Borda
Al final del camino que, aunque es complicado, tiene su encanto y está en muy buen estado, se sitúa el restaurante Etxebertzeko Borda, con un amplio aparcamiento al borde de un arroyo y otro improvisado en una pista de pelota.
Pese al lugar remoto en el que se encuentra, tuvimos suerte de encontrar una mesa libre. El restaurante estaba a tope y solo quedaba espacio en una terraza exterior cubierta en la que se estaba bien. ¡Antes de que se nos olvide! fueron muy amables con nosotros, un 10 para quienes nos atendieron.
Pedimos para beber una botella de sidra (4€) y como entrante un plato de alubias rojas (5,50€). Como en el valle en el que estábamos corría fresquete y estábamos en el exterior, las alubias calentitas nos sentaron muy bien. Además, había que coger fuerzas para andar hasta el Molino del Infierno.
El resto de platos se hacían un poco de rogar, hasta que por fin llegaron y pudimos disfrutar de ellos. Se trataba de cordero al chilindrón (10€) y truchas con jamón (10€). Hay que destacar que las truchas son criadas por los dueños del mismo restaurante, en un entorno en el que se respira naturaleza por los cuatro costados.
Toda la comida estaba muy buena y le pusimos la guinda pidiendo una cuajada casera con «kixkilurrin» (3,50€), que significa algo así como sabor a piedra quemada. Nos la tomamos acompañada de dos cafés y acabamos redonditos, muy satisfechos.
Sendero hasta el Molino del Infierno
Desde el restaurante parte un sendero que lleva hasta el Infernuko Errota, que según el cartel está más o menos cerca, así que sería perfecto para bajar la comida.
Comenzamos el paseo y con el fresco de la tarde se hacía muy agradable. Al principio el camino está muy bien marcado pero llegó un momento en el que empezamos a dudar sobre nuestra trayectoria.
Seguimos un poco la intuición y pudimos divisar algún cartel indicativo que nos sirvió como referencia. Caminamos, caminamos y caminamos. Aquello parecía estar más lejos que lo que marcaba la indicación al principio del camino.
Casi convencidos de que nos habíamos equivocado, nos cruzamos con un niño corriendo por mitad del bosque (sí, en serio), que frenó en seco, se colocó la mascarilla y nos saludó. Le preguntamos que si íbamos bien para el molino y dijo que sí, pero que aún quedaba. Al poco apareció el padre y ya se fueron andando hacia el restaurante. Nosotros unos minutos más tarde llegamos al Infernuko Errota.
Se trata de un molino sobre un arroyo, en un estado aceptable. Realmente el atractivo de visitarlo es el de hacer el camino hasta él. Cuando llegamos nos decepcionamos un poco con lo que encontramos, pero tras un par de segundos empiezas a valorar el entorno, el paseo para llegar hasta allí y el paseo de vuelta que aún falta para llegar al coche.
Antiguamente, a este molino traían el maíz las personas que vivían en pueblitos cercanos. Se construyó en época carlista y tuvo bastante importancia a la hora de abastecer a los soldados del Valle. En la Guerra Civil también estuvo activo de forma clandestina, para ser abandonado después.
En el año 2000, el dueño del restaurante en el que comimos, lo adquirió y se encargó de restaurarlo al estado que presenta actualmente. Todo un acierto si tenemos en cuenta que es un incentivo más para ir a comer a su establecimiento.
Siguiente parada: Maya y Elizondo
Las dos siguientes paradas de esta travesía por tierras navarras nos iban a llevar a las localidades de Maya y Elizondo, esta última muy conocida por la saga literaria de El Guardián Invisible.
Con estas simpáticas ovejas del Valle del Baztán nos despedimos por ahora. Si nos sigues la pista por Navarra, continuaremos viéndonos por estas líneas, esperamos que te haya gustado la experiencia en el Molino del Infierno.
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